Se acercaba el día en que debía pasar “revista” a la evolución de mi enfermedad así que decidí adelantar la misma, nadie mejor que un cazador Kuni podría decirme si aquel objeto poseía algún tipo de propiedad relacionada con la mancha o si estaba ligado a algún espíritu en concreto, algún muerto en particular.
Con mi compañero encontramos a un cazador que había venido a la corte de invierno. Tras la rutinaria revisión y después de concederme una bolsa de té de pétalos de jade le mostré lo que había venido a ver. Su interés fué en aumento, examinándolo con sumo cuidado y de forma meticulosa. Sus ojos se iluminaron con un color verdoso unos instantes, dando por concluido su trabajo me ofreció nuevamente las piezas.
Según su análisis se trataba de un objeto despertado, una especie de protecciones que se insertaban por medio de unas agujas quedando fijadas en el cuerpo del portador. No veía relación alguna con ningún espíritu exterior o fantasma pero si había visto alguna propiedad diferente pero no podía concretar, de cualquier forma no había encontrado nada en el objeto que representara una amenaza.
Tendiendo el brazo le pedí que fijara la primera de las partes, haciendo lo propio con el resto hasta completar el juego. Una extraña sensación me acompañó cuando la última protección se cerro en mi cabeza.
El resto del día pasó de forma tranquila paseando de templo en templo. Mis pasos me llevaron hasta la misma zona en la que había encontrado al monje rezándole a aquella pequeña estatua. Realizando una plegaria por él me senté a meditar. Noté la habitual calma, la pequeña comunión con el entorno que siempre precedía al “trance” unificador pero esta vez algo más me acompañó, algo tiraba de mi, aumentando esa sensación, cediéndome su fuerza. Se trataba del nemurami que portaba, estaba ayudándome.
Tras terminar la meditación me encontré mucho mejor, más calmado y ... limpio. No sabía exactamente que había sucedido pero aquel objeto había captado mis deseos y los había potenciado, purificando en parte mi cuerpo y espíritu. Su nombre de fondo sonó un segundo, Ryu Shin Kan
- Me alegro que te ayude, espero que te sirva bien.
Cuando volví a ver al dragón y comentarle lo sucedido me dio una noticia más que interesante. Buscando alguien ducho en estos temas, sin menospreciar al cazador Kuni, había encontrado a una persona que podía ayudarme a comprender como controlar aquel nemurami, la magistrada de jade Yogo Amai, la magistrada que nos acompañó en el último viaje del antiguo portador.
Fue una sorpresa para ella volver a verme y más aún cuando retiré la capucha que ahora portaba. Con sumo gusto investigó las piezas contándome que habían sido hechas como llaves para cerrar un gran poder, a causa del cual se habían despertado. También notaba algo raro en ellas, una modificación por parte de algún otro Shugenja. Su conversación era muy agradable y tras invitarnos a una taza de té pidió que le contara más.
Una de las cosas que más se han repetido en mis viajes a lo largo y ancho del imperio es el instinto homicida hacia mi persona, independiente del lugar, del estatus de los agresores o de sus motivos, en el caso de que los tuvieran, poco entendimiento tenía sobre los movimientos del tablero. Esta vez no podía ser menos y tras pedir que me preparan un té con uno de los pétalos que me había dado el Kuni la magistrada se apartó ligeramente comenzando a emanar un brillo verde de su palma. Intuía que era un hechizo similar al que había visto usar en el campo de batalla, golpe de jade creo que lo llamaban, muy destructivo contra objetivos portadores de la mancha de las tierras sombrías.
Dirigí unas palabras a Sanetomo ante el gesto de la magistrada.
- No te preocupes, ya sabes que suelen intentar matarme con frecuencia, al menos ella avisa de sus intenciones. Estoy manchado y es mi deber no ocultarlo. Por eso tomo ese tipo de infusiones y por eso mismo me he puesto esto- elevando los antebrazos para que las mangas cayeran hacia abajo mostrando los brazaletes para eliminarla, pese a que digan que no es posible lo conseguiré.
Mis palabras la tranquilizaron un poco contándome que posiblemente pudiera controlar e incluso reducir mi “enfermedad” con ese objeto pero aún así debía tener cuidado y no confiarme.
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