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Historia de Rokugan

El Inicio del Mundo

¿Ves el círculo que he dibujado, niño? ¿DÓn­de está su principio? ¿Dónde está su final? Por supuesto, no puedes responder, porque no hay respuesta para esa pregunta. Ha de haber un principio y un final, pero aquí no hay ninguno. Igual que el círculo, esta historia no tiene principio ni final. Antes de este mundo había otro. Después habrá otro, y nuestras almas cae­rán en aquel, llevadas por el peso de nuestras grandes y pequeñas hazañas. Ése es el camino de las cosas, niño, un camino que debes apren­der. Sólo conociéndolo hallarás la paz en este mundo de tristezas.

El inicio de este universo, como ha sido con todos, empieza en la nada. La nada estaba sola, en el vacío, y así fue durante incontables años. Entonces, sin previo aviso, la Nada se dio cuenta de que estaba sola, y lo lamentó. Así se creó un tercio del mundo. Luego, la Nada se dio cuenta de que deseaba un compañero. Así se creó otro tercio. Finalmente la Nada se dio cuenta d sus debilidades y creó el mundo, y se arrepintió, deseando deshacer lo que había hecho. El arrepentimiento de la Nada completó el mundo y lo hizo pleno.

Cuando la Nada habló el universo se hizo. A principio, la materia era como un huevo cuya cáscara dura se hubiera roto y mezclado con la delicada yema. Lo delicado se separó de lo duro y ascendió mientras el resto descendía. Ascendió aún más, pero parte de él dudó y se convirtió en el cielo y las nubes. El resto trepó durante lo que pareció una eternidad y creó el alto Cielo. La materia dura cayó más y más hondo, no forman do nada excepto el caos informe de una medusa. Y así fue durante muchos, muchos años.

El Sol y la Luna

Con la creación de los Cielos vino la crea­ción de los Tres Dioses Cuyos Nombres No Pue­den .Ser Pronunciados. Reconocieron la necesi­dad de dar forma a la tierra bajo ellos, y juntos crearon a un hombre ya una mujer jóvenes para que le dieran forma y estructura. Para crear al hombre ya la mujer usaron sus nombres, y es por eso que ya no podremos pronunciarlos nunca más.

El hombre y la mujer nacieron en el Cielo y miraron hacia abajo, hacia la tierra informe, vien­do la necesidad de darle forma. Descendieron en un arco iris y se dieron cuenta de que era como una medusa. El hombre y la mujer se pre­guntaron cómo darle forma, y se dieron cuenta de que la única forma de conseguirlo era darle nombre. Meditaron largamente sobre el nom­bre que darían al mundo, y cuando estuvieron listos besaron la tierra informe y susurraron su nombre. Mientras éste era pronunciado también lo fueron los suyos propios. La mujer se convir­tió en Amateratsu, el Sol, y el hombre se convir­tió en Onnotangu, la Luna.

Juntos flotaron por el cielo y sobre la recién nombrada tierra mientras ésta tomaba forma. La tierra se separó del mar y del suelo fértil crecie­ron las plantas. En los cálidos océanos los pe­ces tomaron sus múltiples formas. En los Cielos empezaron a crearse las Fortunas, nacidas de los sueños de las criaturas que dormían más abajo. La Luna y el Sol giraron en torno al mun­do una y otra vez hasta que todas las criaturas escogieron su forma. Entonces descansaron y miraron la tierra. Para su sorpresa, algunas de las criaturas empezaron a construir.

El Gran Sueño de las Naga

Estos constructores fueron llamados Naga. Eran capaces de cambiar su aspecto en muchas formas. Practicaban el arte y la guerra igual que los hombres de hoy en día, pero en la era de las Naga no había hombres. También adoraban a las Mil Fortunas que bailaban en las estrellas y en las montañas cubiertas de nieve, igual que hacemos nosotros en la actualidad. Reconocían que la mayor de todas las Fortunas era la Diosa del Sol, la que llamamos Amateratsu.

Sabían que llegaría un tiempo en que la Dio­sa del Sol se echaría a dormir y, por tanto, ellos también. Pero les preocupaba poco, pues su gen­te se había dedicado a la contemplación silen­ciosa, satisfecha con la creencia de que su civi­lización sobreviviría a cualquier catástrofe que pudiera sobrevenir. Eran orgullosos e infantiles, y esa fue su perdición. El Gran Sueño llegó, pero no cuando ellos esperaban, y cuando el Señor Luna atrapó a la Dama Sol la Era del Hom­bre sustituyó a la Era de las Naga.

Hijos del Sol y la Luna

Desde el principio el Señor Luna había per­seguido a la Dama Sol por todo el mundo. Un día la atrapó, y mientras su luz se desvanecía las Naga cayeron, una por una, en un profundo sueño. Muchos meses después Dama Sol dio a luz a nueve hijos: Hida, Doji, Togashi, Akodo, Shiba, Bayushi, Shinjo, Fu Leng y Hantei. El Se­ñor Luna supo que cualquier niño que llevara en sus venas los elementos del Sol y la Luna crecería para ser mayor que él. Por ello, a pesar de las protestas de Dama Sol, engulló a los ni­ños uno por uno.

Dama Sol tuvo que pensar con rapidez. Mien­tras Señor Luna engullía al primer niño dijo, "Mi señor, ciertamente has de estar sediento tras se­mejante comida", y le ofreció una taza de sake. Señor Luna le dio las gracias y la apuró. Des­pués de cada niño ella repitió su oferta y él la aceptó, sin saber que en cada taza había una gota de veneno nadando en el sake. Cuando cada niño iba a parar al estómago de Señor Luna, conforme los devoraba, se vertían incontables lágrimas de Dama Sol. A medida que caían lejos de los Cielos hacia la Tierra se mezclaron con la materia del aire y del viento. Finalmente, las lágrimas del Sol tocaron la Tierra, y allí donde cayeron permanecen, silenciosas y dormidas. Pronto, Onnotangu quedó tan borracho y obnubilado que no se dio cuenta de que ella había reemplazado al último pequeño, Hantei, por una roca. Señor Luna cayó en un profundo sueño y, mientras dormía, Amateratsu se llevó a Hantei y lo ocultó. Dama Sol explicó a su hijo que debía rescatar a sus hermanos y hermanas. Le entrenó en las artes del combate, preparándo­lo para el momento en que su padre despertara. Se dice que pasaron muchos años, y tam­bién se dice que pasaron muchos siglos. cuan­do Señor Luna despertó encontró a Dama Sol y al joven Hantei esperándolo. La batalla que tuvo lugar fue grande; al fin, Hantei abrió el vientre de su padre y los niños y sus entrañas cayeron a la tierra. Onnotangu intentó en el último mo­mento aferrar a los niños, pero sólo atrapó al pequeño Fu Leng. Hantei cortó entonces la mano de su padre, rompiendo su presa y haciendo que Fu Leng (y la mano amputada de su padre) siguieran a sus hermanos y hermanas en su caí­da. Pero mientras Fu Leng caía consiguió en el último momento aferrar a Hantei, arrastrando a su hermano hacia abajo.

La sangre de la Luna cayó a la tierra, encon­trándose con los charcos informes que las lágri­mas de Dama Sol habían creado. Allí dónde se unieron la sangre y las lágrimas se mezclaron, formándose un hombre y una mujer de cada uno de los miles de charcos.

Fu Leng cayó lejos de sus hermanos y her­manas, en una profunda grieta en el lejano oes­te. Atrapado bajo tierra luchó por alcanzar la superficie, pero ya no era el mismo. Los mu­chos meses enterrado le habían otorgado un oscuro conocimiento que envenenó su cuerpo y su mente, corrompiéndole en una burla retor­cida de lo que fuera una vez.

LOS TRES PECADOS

Los Tres Pecados cometidos por la Nada son lo que formulan la fundación básica de las creencias de Rokugan. Los tres pecados (miedo, deseo y arrepentimiento) envenenan la mente y le impiden actuar con seguridad. Cuando los tres pecados se dibujan en los templos proporcionan cuencos con piedras para que los que los visitan puedan lanzar las rocas a las imágenes antes de partir.

«Cuando caiga el último Akodo»

Tan pronto como los hijos del Sol y la Luna tocaron la tierra dejaron de ser divinos. Aunque no eran tampoco hombres mortales, ya no eran dioses. Miraron a su alrededor y descubrieron los inicios dispersos de la humanidad, y supie­ron lo que debían hacer. Los humanos estaban desnudos y eran ingenuos, como niños recién nacidos, y los Hijos del Sol y la Luna hicieron este juramento: "Os enseñaremos los caminos del mundo y os protegeremos de su maldad. Servidnos con humildad y obediencia y man­tendremos nuestra promesa".

Los Hijos del Sol y la Luna, excepto el atra­pado Fu Leng, decidieron realizar un torneo para ver quién de ellos debía gobernar el mundo. Hubo una competición de velocidad, una de fuerza, una de astucia y muchas otras. Togashi prefirió no participar en el torneo, pues miró a sus hermanos y hermanas y supo el resultado. La prueba final fue un gran combate.

El Señor Hida confió en su gran fuerza para guiarle en la batalla, pero fue rápidamente ven­cido por la rapidez y precisión de los golpes de Shinjo. La rapidez de Dama Shinjo resultó ser su perdición. El Señor Bayushi utilizó su ímpetu para cogerla con la guardia baja y, con sus trucos y distracciones, derrotarla. El Señor Shiba, sin embargo, era demasiado astuto para tales engaños. Observó los trucos de Bayushi y sus ac­ciones no se vieron afecta­das por las distracciones. Luego, el Señor Shiba se volvió para enfrentarse a Dama Doji. La esbelta y hermosa mujer retrocedió y esperó a que Shiba gol­peara, sabiendo que su hermano aprendería de­masiado si observaba sus movimientos. La paciencia de Shiba se agotó; atacó y fue derrotado con rapidez por la técnica de Doji. Enton­ces Akodo avanzó. Conocía la táctica de Dama Doji y la usó contra ella. Finalmente, sólo Akodo y Hantei quedaron en el campo de batalla. Lucharon con el amor de los hermanos, pero conforme la batalla cre­cía en intensidad también lo hacía el temperamento del pri­mero. En un momento crucial la furia dominó a Akodo. Hantei sintió la rabia de su her­mano y la usó contra él. Fue un descuido el que provocó que Akodo perdiera el duelo, un error que podría haberle costado la vida. Dado que

Hantei perdonó a Akodo, éste juró a su hermano que él y su familia le servirían. Togashi, que obser­vaba la batalla desde la distancia, murmuró: "Cuando caiga el último Akodo tam­bién lo hará el último Hantei".

La Dinastía Hantei

Al final del torneo se decidió que la dinas­tía Hantei gobernaría a los demás. Hantei de­claró que los Hijos del Sol y la Luna debían construir un Imperio poderoso, uno que mos­trara su devoción a su sagrada madre Amateratsu. Mientras Hantei ocupaba el trono, cada uno de sus hermanos y hermanas viajó a las tierras conocidas, reuniendo a los humanos y creando los Siete Clanes. Hida formó el Clan del Cangrejo, Doji el de la Grulla, Togashi el Clan del Dragón y Akodo el del León. Shiba formó el Clan del Fénix mien­tras Bayushi hizo lo mismo con el del Escorpión. Por último, Shinjo creó el Clan del Unicornio. Durante muchos años Hantei y los Clanes construyeron caminos, pala­cios y templos, y el Imperio flore­ció. Sin embargo, un día un ejér­cito de criaturas malvadas y putrefactas atacó estas grandes obras de los Hijos del Sol y la Luna. Eran las fuerzas de Fu Leng, que había caído lejos de sus hermanos y hermanas. Su dominio de la magia del mun­do subterráneo era total. Ar­mado con las criaturas que ha­bía invocado de los infiernos bajo la tierra, planeaba des­truir el Imperio Esmeralda y reclamar las almas de los hombres mortales para su pro­pia gloria y poder.

DAMA DOJI Y DAMA SHINJO

Tradicionalmente, cuando una mujer se casa toma el apellido de su marido. Sin embargo, cuando Dama Doji y Dama Shinjo se casaron sus maridos tomaron el apellido de las Damas para mantener el lazo familiar con la Diosa del sol. De hecho, es debido a Dama Doji que las mujeres están al cargo de las casas. Ella insistió en encargarse de los asuntos de la casa de su marido mientras él estaba fuera en la guerra y actuando como magistrado en sus tierras.

El Nuevo Camino

Hantei y los Clanes reunieron un ejército para combatir a los trasgos, ogros y Oni cambiaformas de Fu Leng, pero ni la magia ni el acero podían derrotar su brujería malig­na. Cada batalla obligaba a Hantei a retroceder. Finalmente, mientras su ejército harapiento se preparaba para el asalto final en las llanuras de Uichiman, un hombrecillo con la cabeza rapada vestido con una túnica fue a visitar al Emperador Hantei. El hombre se presentó como "Shinsei", que significa "nuevo camino". Prometió al Em­perador que podía derrotar a los ejércitos de Fu Leng, mas Hantei no se sintió impresionado. Or­denó que echaran al hombrecillo, pero cuando los guardias intentaron tocar a Shinsei los derro­tó a todos sin usar un arma. Entonces se volvió al Emperador. "Déjame tomar a siete guerreros para enfrentarme a tu hermano. Con ellos, de­l tendré los ejércitos que avanzan por tus tierras".

Hantei se sintió intrigado. Pasó una noche entera interrogando a Shinsei mientras su her­mano Shiba anotaba cada palabra. Las notas de esta conversación, llamadas El Tao de Sbinsei, se encuentran aún en la biblioteca del Emperador y en las de todos los Clanes. Al final de la velada Hantei quedó convencido. Deseaba enviar a sus hermanos y hermanas, pero el hombrecillo sacudió su cabeza dicien­do, "No. Han de ser hombres mortales, pues la fortuna favorece al hombre mortal". Hantei comprendió la sabiduría de estas palabras y envió a un guerrero de cada uno de los Clanes junto a Shinsei. Los llamó samurai, que signi­fica "sirvientes".

Pasaron muchas semanas y los ejércitos de Fu Leng se fortalecieron y ganaron terreno en cada batalla. Pero un día su poder se desva­neció misteriosamente, y en un momento crucial los ejércitos de Hantei cargaron. Las filas de la oscuridad se rompieron y huyeron. Hantei supo entonces que Shinsei había, de algún modo, cumplido su promesa. Anticipán­dose al retorno de los héroes preparó una gran fiesta por su victoria, pero sólo un samurai regresó... Era el samurai Escorpión, portando doce pergaminos y una mano de obsidiana encantada. "Esconde estos pergaminos", dijo, "puesto que fueron la perdición de Fu Leng." Tras esto, el samurai Escorpión murió. El emperador prohibió que se rompieran los sellos de los pergaminos y confió el deber de ocul­tarlos y protegerlos al Clan Escorpión. Luego ordenó a los Cangrejo construir una gran muralla entre el Imperio y las tierras oscuras del mundo subterráneo, conocidas como las Tierras Sombrías, para proteger a Rokugan de su maldad. Los Clanes de la Grulla y del León juraron proteger al Emperador. Doji fue ele­gida como el primer campeón del empera­dor, mientras Akodo dirigía los ejércitos en el campo de batalla. Los Dragón y Fénix esco­gieron los caminos de la contemplación. Am­bos Clanes tomaron el Tao de Shinsei y lo incorporaron a su propio conocimiento de la hechicería. Por último, el Clan del Unicornio abandonó el Imperio para descubrir qué había más allá de sus fronteras.

HANTEI Y SHINSEI

Cuando Hantei estaba construyendo Otosan Uchi pidió que fuera el mayor palacio del Imperio. Cuando acabó, Shinsei vió el palacio y dijo: “Es el mayor palacio que ningún Hantei haya construido jamás”. Hantei se sintió confuso “Soy el único Hantei”, dijo. El maestro sonrió “¿lo crees así?” Sabe esto, pues: tú eres sólo un Hantei. Antes de ti hubo un centenar de miles de Hantei y después de ti habrá cien mil más”. Hantei asintió reconociendo la sabiduría de Shinsei , pero entonces el Maestro dijo: ”De hecho, puedes contemplar otro palacio Hantei que rivaliza con el tuyo. ¿Te gustaría verlo?” Hantei asintió y siguió a Shinsei a un campo vacío. Shinsei señaló un gran hormiguero y sonrió. “¿Ves a las pequeñas? Cada una de ellas fue un Hantei”.

Mil Años de Paz

La época llamada los "mil años de paz" fue muy tranquila. Los Clanes luchaban por el terri­torio, ganaban influencia política en la corte y construían los cimientos de la filosofía que Shinsei dejó tras de sí.. El Emperador Hantei y sus hermanos y hermanas envejecieron y sus hijos asumieron sus responsabilidades y deberes. Conforme avanzaba el tiempo, cada Clan desarrolló su propio carácter.

En el lapso de mil años la población creció hasta los 30 millones, incluidos dos millones de samurai. Las fuerzas de los Siete Clanes han crecido y menguado, los límites políticos han sido redibujados y peleados muchas, muchas veces. Pero algunas cosas nunca cambian, sólo crecen y maduran. Cada Clan ha crecido desde sus inicios, transformándose en una fuerza dis­tintiva. Cada uno es un poder individual con el que tratar. También se han desarrollado "Clanes Menores", pero ninguno ha sido tan significati­vo como los Siete Grandes Clanes que nacieron de los Hijos del Sol y la Luna.

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