Peregrinaje-(15 de ....)





Momentos después hablamos con Kuon. Este nos preguntó cuales iban a ser nuestros pasos, si quedarnos como invitados del cangrejo, permitiéndosenos ocupar un lugar en la muralla como defensores o seguir en su “paseo” a Kisada. La respuesta fué unánime, habíamos venido hasta aquí con él y seguiríamos con él más adelante. Tomada esta decisión, nuevamente pregunté a ambos cangrejo, esta vez parece que con algo más de acierto, aunque por la expresión con la que mis palabras fueron recibidas no de una forma totalmente apropiada así que antes de importunar más volví a guardar silencio.



Aquella iba a ser la última noche que pasáramos en la fortaleza para partir la mañana siguiente. Debido a la falta de tiempo decidí pasarla en el templo de Osano-Wo al que había sido invitado. En el interior explicaron como llegar pero sin acompañarme, el templo se encontraba en la propia muralla.



A mitad del camino un grito de alerta me hizo mirar hacia arriba, un Oni había saltado la muralla. La criatura aterrizó a escasos metros de mi mirándome con sus ojos rojizos abriendo la boca en señal de amenaza. Pude distinguir en aquella aberración seis brazos. Cuando la misma se preparaba para atacarme otro nuevo grito me instaba a que me apartara, no sin antes haber lanzado una salva de flechas hacia nuestra posición.



Salí a la carrera de allí en el momento en el que las flechas ensartaban a la criatura dejándola malherida. Pasada la salva me dispuse a volver para enfrentar a la criatura antes de que pudiese reaccionar pero un berserker cangrejo se me adelantó saltando desde la muralla rematando a la criatura con un brutal golpe de su Tetsubo. La furia de aquel hombre me llamó profundamente la atención y al preguntarle por indicaciones para llegar al templo me miró todavía colérico, respiró y gruño que me fuera. Su brazo estaba doblado en el sentido contrario al habitual pero el hombre aún continuaba en pie con esa mirada.



Proseguí camino junto a la muralla cuando vi por fin el templo. En la entrada varios monjes, algunos heridos meditaban tranquilamente, uno de ellos me sorprendió especialmente. Su brazo había sido amputado a la altura del codo, por el estado del vendaje recientemente y aún así continuaba en una profunda meditación. En el interior un tapiz de Osano-Wo presidia la estancia principal, su sola visión impresionaba. Intercambié unas palabras con el compañero que me había invitado antes de que se fuese a cubrir uno de los puestos de guardia junto con otros mojes. La noche la pasé charlando con los que se habían quedado, alguna que otra curación de heridas y meditación.



A la mañana siguiente me reuní con mis compañeros para desayunar. En una tienda en el patio de la fortaleza se encontraba Kisada, desayunando mucho más tranquilamente que de costumbre antes de su “paseo”. Numerosos samurais del cangrejo se estaban movilizando, con toda seguridad para acompañarle. Una hora aproximadamente después de aquello partimos acompañados de un gran contingente de samurais.



Nuestro destino fué las cercanías de Otosan Uchi. En la lejanía, donde antes se encontraba la antigua ciudad imperial ahora se alzaba una gran fortaleza de hierro negro cubierta por unas oscuras nubes que se arremolinaban a su alrededor. Una inquietante información nos llegó a través de varios de los integrantes de aquel contingente, aquella fortaleza había sido creada con uno de los pergaminos negros de Fu Leng.



En la planicie, durante todo el tiempo que permanecimos antes del ataque se unió a nosotros un considerable contingente león. Todo se estaba moviendo, todo orientado hacia un fin, un objetivo, aquel día.



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