La tarde avanzaba mientras meditaba delante de aquel personaje, conversando a ratos acerca de temas intrascendentes para este diario. Cuando le pregunté acerca de su camino, solo supo decirme que los antiguos seguidores buscaban convertirse en Kamis pero que no recordaba nada de dicha senda.
Su mirada continuaba perdida, doblegada por un gran peso hasta que reiteré en mi pregunta identificándome como uno de los monjes que avanzan a través del Camino del Hombre. Al escuchar esas palabras durante unos segundos su rostro cambió por completo. Su gesto se volvió fiero, su mirada se desencajó dejando ver una viveza antes oculta, sus labios se fijaron en una rígida mueca de dolor mientras pronunciaba unas palabras con voz grutal.
- ¡¡¡LIBERAME!!!
Lo que me pareció que había sido para él un gran esfuerzo se vio corroborado cuando su cabeza volvió a relajarse por el peso del agotamiento. Aquella misma tarde entendería lo que había sucedido gracias a las explicaciones de la señorita Yogo, su guardiana.
- Los “adornos” que porta son las protecciones que nos permiten mantenerle bajo control. Esas piezas, diseñadas por mi tatarabuelo consiguen mantener a raya su poder, limitándolo. En la comitiva custodiamos las llaves que abrirían cada una de ellas. El señor Masao me ha encargado que le confiemos la última de ellas en señal de confianza. Esta tablilla es la del vacío. La primera de todas ellas, la que activa a las demás está en su poder así que no hay peligro de que ningún accidente le libere.
Después de aquel incidente entró en una meditación profunda aunque aparentemente intranquila, como si algo turbase su concentración tratando de impedirle tener paz. Ante semejante situación y como bajo ningún concepto quería añadir leña a su fuego interno por lo que me retiré.
Consideré prudente no informar de aquel asalto de furia en el “invitado” a su guardiana, en aquel momento preferí no importunarla con las preocupaciones de un monje ignorante en aquellas lides y tras finalizar nuestra conversación me reuní con el grupo que se disponían a investigar los sucesos de la zona, comenzando por el crimen que tuvo lugar la noche anterior.
El siniestro había tenido lugar en la casa de unos campesinos. Al entrar todo parecía normal, hasta que llegamos a aquella habitación. Tras la precaria puerta de papel nos encontramos algo que no esperábamos. Tendida en la cama se encontraba una hermosa campesina, con la cara totalmente desfigurada por un terror indescriptible en una mueca de silencioso grito al vacío, esperando aún respuesta, sus ojos abiertos miraban al techo a punto de salirse de sus órbitas, el pelo enmarañado revuelto alrededor de su cabeza acariciaba suavemente sus mejillas en un fútil gesto, tratando de reconfortarla. Unas pequeñas gotas de sangre reseca descansaban sobre su barbilla observando la escena impasibles, la advertencia de algo mayor.
Cogiendo aire profundamente y con bastante esfuerzo continué el escrutinio visual del cuerpo, sobrecogido por la fragilidad humana y todo lo que su macabra muerte representaba descendí poco a poco la mirada de la cara de la joven. Allí, en el centro de su pecho, donde la voluptuosidad de la juventud debería tentar a los aún dormidos bárbaros se encontraba la causa de la muerte y el principio de nuestros futuros problemas.
Su pecho se encontraba desgarrado, abierto en una salvaje torsión. Partes carnosas de diferentes formas asomaban hechas un amasijo pastoso. Los huesos que antes pertenecieran al torso ahora asomaban apuntando hacia el arriba. Todo el torso parecía abierto por una explosión interior. En el techo y en parte de la pared cercana pequeñas gotas de sangre continuaban fijadas.... muy pocas para una herida semejante.
Las pesquisas que siguieron aumentaron nuestro desconcierto, la casa estaba totalmente limpia, no había ninguna huella extraña ni en la habitación ni por los alrededores, todo estaba en su sitio, nada fuera de lo normal, nada salvo aquella pobre muchacha.
Desanimado volví a la casa con Jubei mientras el resto del grupo prefirieron continuar la búsqueda por el linde del bosque en busca de algún tipo de indicio que marcara una dirección en la investigación.
Nos dirigimos hacia el jardín, donde sentado con Jubei me dispuse a buscar respuestas en lo más profundo del silencio, aquel que recibe los acontecimientos reflejando a aquellos que escuchan y si así es su deseo, el sonido de las acciones a través de la voz de los poderes olvidados.
Un estremecimiento recorrió mi cuerpo, algo en la zona provocaba una tremenda vibración, algo que pese a sentir muy cerca no llegaba a comprender. De aquel silencio surgió una voz tranquila, mucho más clara y potente de lo que antes había sido:
- Algo acecha, en lo más profundo del bosque. Un poder bordado en sangre, más antiguo que la propia...¡Viene a por mi!, ¡Me está buscando!
La voz de nuestro custodio continuó hablando cada vez más claramente, desde su parte “Dormida”.
- Ese poder sobrepasa con mucho al mío.
Y tras aquellas simples palabras volvió a su estado de letargo perenne dejándonos sorprendidos a la vez que preocupados por lo que acabábamos de oír.
No había tiempo que perder, tras reunirnos con el grupo que había estado investigando sin resultado nos encaminamos hacia el bosque, dispuestos a encontrar aquel mal antes de que pudiera volver a actuar.
“Bordado en sangre”
Aquellas palabras se repetían en mi mente... batallas, guerras, terribles plagas... algo sobrepuso a todos aquellos pensamientos relacionados con la sangre, el segundo alzamiento había sido... no podía suceder nuevamente.
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