Misión (5)



En el momento en que las hojas del portón se separaban lo suficiente y con un movimiento de inhumana velocidad se lanzó al frente, dispuesto a responder toda la violencia del exterior con su misma moneda.



Mujeres, niños, ancianos... todo el pueblo se encontraba en el exterior de la casa dejándose llevar por aquella fiebre sin control lanzándose hacia él tratando de matarle. Algunos de los presentes iban armados con hoces, azadas, cuchillos y varios útiles de labranza mientras que otros se abalanzaban con sus manos desnudas, tratando de morder, golpear....



Aquel espectáculo no nos dejó a ninguno impasible. Mientras que los dos samurais se habían mantenido en la puerta, limitando así el número de campesinos a los que enfrentarse él había avanzado dejándose rodear por completo en un macabro círculo. A su alrededor los cuerpos caían inertes con suma facilidad. Sus golpes eran tan precisos, letales y fluidos que la escena podía compararse a la de un niño arrancándole las alas a una mosca para después aplastarla entre sus manos.



La sensación de la presencia rompió mi estado de sorpresa, ahora tremendamente cerca, demasiado cerca. No fuí el único en notarlo, pues el Mirumoto también lo hizo fijando su mirada hacia el mismo lado que la mía. Al fondo, rodeado de varios hombres se encontraba el comendador riendo divertido ante el combate. Toda su atención estaba dirigida hacia Él, en su círculo de pelea personal. Mientras le miraba un cambio se estaba produciendo en el Icoma, a través suyo estaba llegando a nuestro plano aquel poder, podía sentirse el miedo creciendo a su alrededor.



Advirtiendo el peligro Hirokumi se lanzó en una carga hacia el círculo pidiéndole ayuda al que había sido nuestro custodio. No llegué a escuchar las palabras que se dirigieron en el fragor de la pequeña batalla que librábamos pero si pude ver el resultado de las mismas. Sujetándole por el brazo con un pequeño giro sobre si mismo lanzó al dragón con toda su fuerza hacia el comendador como si de un proyectil se tratase, con la katana al frente. El filo impactó en su torso con tal velocidad al paso de aquel proyectil humano que su cuerpo se partió en dos. La suerte del dragón no fué mucho mejor dada la situación de la zona ya que su marcha se vio frenada por la pared de la casa de al lado con un tremendo impacto, puede que mortal.



Ya tenía el primer pié en el camino de ayudarle cuando un temblor pretendía paralizar mis piernas. Toda mi piel se estremeció por una oleada de viento frío proveniente de mi espalda. Al girarme pude ver a la que hasta aquel momento había sido Magistrada de Jade, luchando consigo misma mientras algo sonreía con su boca elevando lentamente la mirada hacia mi, imponiéndose a su voluntad. Su cuerpo estaba siendo poseído por el mismo ente que acababa de ser sofocado por el samurai caído del exterior. Corrí hacia ella a la mayor velocidad de la que mis piernas eran capaces, decidido a detener aquello al precio que fuera necesario. Mi puño se lanzó contra su rostro sirviéndose de la inercia de la carrera. El impacto fué lo suficientemente fuerte como para que cualquier hombre “normal” cayera al suelo dolorido, sin embargo aquella delicada cara permaneció sin moverse lo más mínimo.



Tras un rápido parpadeo, consiguió recobrar el control de si misma y sorprendida me miraba a tan corta distancia. La muchedumbre fué calmándose, aquella presencia ya no se encontraba en la zona, los gritos cesaron de forma casi instantánea, todos salvo aquellos que se encontraban cerca del círculo.



En aquel círculo los cuerpos seguían cayendo inertes alrededor de mi maestro. Los campesinos despertando de su trance huían de su presencia atemorizados. Los pobres desgraciados que tenían la mala fortuna de encontrarse a su alcance....



Con paso calmado me acerqué a él. Cuando me encontraba a menos de dos metros, en el borde de la circunferencia giró sobre su eje lanzando el puño hacia mi. Antes de impactar en mi cara su puño se detuvo. El aire desplazado golpeó contra mi obligándome a cerrar los ojos aguantando con dificultad la postura ante el envite.



- Deberíamos pasear, tenemos muchas cosas de que hablar.



Abrió su mano tapándome con delicadeza la boca.



- Shhh. Ahora eres mi alumno y soy yo el que decido cuando y como enseñarte. Nos reuniremos en la posada. Te esperaré tomando una taza de té, no te demores.



Una tierna caricia en mi cabeza fué su regalo antes de dirigirse hacia la posada, pisando sin reparos sobre los cuerpos tendidos sin vida que se encontraban en su camino.



Antes de acudir a la cita tenía un asunto urgente que atender. Tendido en el suelo inconsciente junto a la pared de aquella casa estaba el compañero dragón. El impacto había sido terrible, varias de sus costillas estaban rotas y su brazo derecho presentaba un estado lamentable, completamente amoratado. Había permanecido un buen rato inconsciente, por suerte para él apartado de los pisotones de la multitud.



Me arrodillé a su lado, centrándome como tantas veces en el eco interior que me acompañaba. Con la velocidad característica aquel poder se manifestaba a través de mi cuerpo, la voluntad de los Kamis, su energía fluía. Mis aptitudes innatas se potenciaban por encima de los límites comunes. Parte de aquella fuerza pugnaba por salir, siendo canalizada a través de mis manos hacia el cuerpo de mi compañero. Tras unos segundos recuperó su conciencia agitándose inquieto en el suelo, todavía tratando de defenderse hasta el momento en el que reconoció mi rostro. Levantándole con la ayuda del segundo defensor nos encaminamos hacia la posada.



En su interior tomando apaciblemente una taza de té se encontraba él en la única mesa que permanecía en pié Al fondo de la revuelta posada el posadero se encogía asustado tratando de pasar desapercibido. En el lado derecho de la posada la señorita Yogo atendía a un herido que permanecía tendido inconsciente en el suelo, el magistrado esmeralda Kitsuki Masao. Las piezas de la historia fueron encajando poco a poco. Los integrantes del grupo fueron regresando cada uno con su parte de la historia. El magistrado había acudido a una reunión con el comendador para calmar los ánimos del pueblo mientras nosotros investigábamos. Durante la cena fué drogado e inmovilizado. El pueblo se reunió en la puerta de la asa bajo las calumnias del Ikoma que afirmaba que mi maestro era el causante de los crímenes.



Mientras me encontraba en la sala con él, bajo las protecciones mágicas de su guardiana y los dos samurais protegían la puerta contra los envites de la turba, Jubei y el Moto habían conseguido salir de la casa con un grupo numeroso de perseguidores a la zaga mientras corrían en dirección al bosque. En la espesura se habían encontrado con el ronin, enfrentándose con el Maho. Con relativa facilidad consiguieron terminar con su vida, no sin antes ser “Advertidos” por el brujo.



- La sangre es más que suficiente para él.



La magistrada de jade nos informó del nombre de la criatura con la que nos habíamos enfrentado, Shuten Doji, la manifestación del miedo. Sentimos un escalofrío recordando la presencia de aquel espíritu.



Todo el grupo se movía nervioso mirando de vez en cuando hacia mi maestro. Sentado a su diestra miraba con curiosidad a mis compañeros. Durante el resto del viaje su comportamiento para conmigo fué el de un cariñoso maestro aleccionando a su alumno favorito, con el resto del grupo su actitud por contra fué... distante, como si no les creyera merecedores de sus atención. En esas jornadas me reveló el motivo del odio del Ikoma hacia él. Me contó con todo lujo de detalles lo sucedido, en aquel momento no estaba capacitado para juzgar lo que me estaba revelando, aún hoy rehuyo ese tipo de comportamiento, el camino marcado.... Una senda por encima de la del hombre, cercana a la de los propios Kamis aunque distorsionada por la coraza “mortal” y todo lo que dicho caparazón arrastra tras de si.



Aquella familia había sido uno de sus objetos de estudio. Semanas de agonía interminables en un tiempo ya inerte.



Cuanto más conversaba con él mayores eran las similitudes que encontraba entre nosotros y mayores se hacían dentro de las abismales diferencias entre nuestros caminos. Mi descubrimiento de los enigmas y los misterios elementales eran opuestos a los suyos. Mientras que él se había centrado en la potenciación de sus capacidades en primer lugar, yo lo había hecho en la sanación. Tierra y fuego, dos direcciones opuestas, una única meta.



Vida y muerte, opuestas para el dormido, unidad para aquel que ve.



El fin de aquel viaje estaba muy cerca. La silueta del castillo Ikoma era algo más que una mancha en el horizonte a medida que nos acercábamos.



- El Karma es lo que me ha guiado hasta aquí. Antes no seguía la rueda... el precio



En los jardines, en el exterior de la enorme construcción un hombre nos esperaba con el rostro oculto por una imponente máscara, uno de los más grandes Shugenjas del imperio, Sezarou. El hermano del emperador, El Lobo.



Acercándose a nosotros colocó su mano derecha tras de su cabeza, obligándole a arrodillarse con un tremendo dolor. Un halo verdoso rodeaba su palma penetrando en el cuerpo de mi maestro sometiéndole. Verle caminar era como ver a una gran estatua de piedra moverse, rígido, impasible y frío.



La arena de juicios estaba preparada para recibirles y el juicio no se hizo demorar. La misma era una gran sala, con enormes columnas rodeando el lugar donde se impartía la justicia del emperador. Las sombras rodeaban el techo y la mayor parte de las paredes de la estancia. Pese a estar allí como testigos no pude evitar estremecerme, todo aquello imponía un respeto demasiado fuerte.





De entre las sombras, como salidos de la roca fueron haciéndose visibles cinco figuras encapuchadas. Las tonalidades de las túnicas se confundían en la penumbra en la que todavía permanecían. La sentencia fué dictada por Sezarou, el destino de aquel hombre era...



Cada uno de los encapuchados extendió sus manos hacia el centro del círculo, apuntando con las palmas al acusado. Un rumor en el silencio, la calma antes de la tormenta, el poder comenzaba a crepitar.



De las manos de cada uno de ellos un rayo elemental salió disparado hacia su cuerpo. Primero la tierra, después el agua... Cada uno de los impactos se veía acompañado de unas palabras ininteligibles para mi y de una aseveración común para cada uno de los elementos. Un detalle que no podré pasar por alto, el orden de las descargas fué el orden exacto de mi senda personal, el opuesto al de la suya.



- En la Tierra te silencio.

- En el agua te silencio.

- En el aire te silencio.

- En el fuego te silencio.

- En el vacío te silencio.



Aquel grupo de Shugenjas no era otro que el de los maestros elementales. Una vez terminada la “exhibición”, en el centro de aquel círculo de rodillas apareció el hombre. Tan solo unos minutos antes su porte era totalmente diferente. Aun irradiaba algo especial, un conocimiento... que ahora había sido prácticamente silenciado en la medida de las posibilidades “Humanas”



Antes de que el juicio continuase solicité a Sezarou acercarme a él, unas últimas palabras. La trascendencia de lo que allí se dijo no puede ser reproducida en documento alguno, por lo que me limitaré a apuntar únicamente las palabras más trascendentes para el cambio que guía al despertar de aquel que se encuentra leyendo esto.



- Me han permitido hablar un poco más antes de proseguir.

- Sácame de aquí. ¡Soy tu maestro!

- No es potestad mía y tampoco lo es tuya, no es lo que....



Al finalizar la conversación, en un leve susurro del aire, puede que guiado por nuestra conciencia en sincronía una última lección nos fué brindada, al menos así fué tomada por mi.



Karma



Impresionado volví junto con mis compañeros esperando la finalización del juicio. El Lobo se acercó al centro con paso firme. Sin contemplaciones levantó la cabeza del condenado y con una precisa estocada le cercenó la cabeza.



Una vez finalizada la cremación del cuerpo me fueron entregada la urna con sus restos. De los ritos funerarios me encargué personalmente, toda energía merece un descanso digno, el fluir no debe ser interrumpido. Tras completarlos desde mi espalda una voz familiar reclamaba mi atención.



- Tenemos muchas cosas de las que hablar.



Elevé la mirada hacia el personaje que me hablaba. Allí se encontraba, de una forma casi etérea, con su porte altanero, imponente...





Aquella fué la primera vez que su espíritu se me apareció. Desde ese momento su presencia me acompaña, a veces lejana desde el silencio, otras tangible... siempre vigilante.



El principio había tenido lugar, la tarea había sido satisfecha y el grupo quedo disgregado, permaneciendo solamente 3 de los integrantes iniciales. El grulla, el dragón y el monje que escribe estos textos. Así mismo los magistrados tenían asuntos pendientes y por el momento no necesitaban la colaboración de los guardianes... de momento.



La posibilidad de continuar solo el camino se me presentaba como poco “recomendable” y en vista a mis opciones y haciendo honor a mi condición de Henshin continué viaje con los que a partir de aquel momento serían mis más allegados compañeros.

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