Misión (4)



Viendo nuestras caras de desconcierto comenzó a explicarnos que hacía un par de horas que se había marchado a la posada para asistir a la cita que tenía con Icoma Kodei, el comendador. Desde entonces no sabía nada de él y la multitud se arremolinaba peligrosamente.... para la misión dijo matizando.

La sensación de que algo muy extraño estaba pasando la había llevado a trasladar al protegido al salón principal, resguardándole con protecciones mágicas. Ella también sentía esa “Presencia” en la zona.



- Parece que el magistrado también lo sentía, antes de marchar dejó esto, según sus palabras... para usarlo solo en un caso extremo.- Nos enseñó la tablilla de la tierra, la primera de las llaves de las protecciones.



Nuestro relato de lo acaecido en el bosque solo aumentó sus sospechas y alimentó su preocupación. A punto de finalizar el relato la conversación se interrumpió de forma brusca. Allí estaba de nuevo, distante pero sin lugar a dudas la misma sensación que frente a la cabaña. La shugenja cerró los ojos temblando ligeramente.



- Puedo verle... quiere que todos los shugenja le veamos, disfruta con ello. Viene hacia aquí.... le quiere a él.



Los gritos del exterior estallaron, más violentos, casi desesperados mientras comenzaban a golpear en las puertas y paredes de la casa. La furia de la turba hacía temblar ligeramente la estructura de la casa con sus envites cada vez más constante y potente.



- Responden a la llamada, son demasiado débiles para resistirse - hizo una pausa para coger aire profundamente- y no se si nosotros podremos hacerlo cuando esté cerca. Hay que romper la invocación, el Maho que os encontrasteis puede ser el invocador, hay que acabar con él.



El ruido del exterior aumentaba, pronto todo el pueblo estaría agolpado alrededor de la casa. Tras discutir brevemente que hacer el grupo se dividió en 3. El Moto junto a Jubei formaron el primer grupo dirigiéndose a la planta de arriba para tratar de buscar una manera de salir de allí. El segundo grupo lo formaron Hirokumi y con el samurai restante encargados de la defensa de la puerta de los envites. El tercero y último lo formaba junto con la señorita Yogo en la custodia. En aquel momento cada uno de los compañeros me confió su tablilla correspondiente para tomar la decisión en caso de necesidad.



La Shugenja permaneció en la puerta de la habitación anclada en una gran concentración lista para actuar en caso de necesidad. Mientras tanto tomé posición delante de Él, en el exterior del círculo de runas que le rodeaban, tal y como me había sido advertido. De la puerta comenzaron a llegar alaridos de dolor, parecía que la puerta comenzaba a ceder y los más adelantados habían pagado cara su posición a manos de los vigilantes. La estructura se tambaleaba más y más, hasta el punto de temer que la misma cediese.



Los samurais estaban más y más nerviosos, una acalorada discursión no tardó en estallar entre ellos. Perspectivas enfrentadas en cuanto a que hacer, mientras la shugenja pretendía aguantar allí los “defensores” preferían abandonar aquella planta y resguardarse en la planta superior.



En aquel momento mientras los demás perdían el tiempo en inútiles discursiones algo me impulsó a actuar. Quedaba claro que la estructura no tardaría mucho en sepultarnos bajo la fuerza de la turba del exterior y con nuestra fuerza actual.... Tendí las cajas con las tablillas delante de mi, a su vista. En aquel momento su cara cambió levemente mientras me miraba.



- Tu puedes ayudarnos.

- En este estado no.

- Sabes lo que son estas- dije mirando hacia las 5 cajas- también sabes que no puedo dejarte libre como si tal cosa. Te propongo un trato.- Su cara de interés hizo que continuara hablando.

- Eres uno de los antiguos seguidores del camino, uno de los que ha llegado a la meta ansiada por muchos, me gustaría que me enseñaras tu visión de la senda de que todo esto haya terminado. Te liberaré con la condic..



No pude terminar la frase, una voz totalmente distinta fue la que me respondió.



- Acepto .- El tiempo se detuvo mientras aquel hombre parpadeaba delante mio. La respiración quedó congelada en mis pulmones mientras era testigo del cambio de aquella figura- que seas mi alumno.



Poniéndose en pié, ahora con una expresión sonriente miró hacia sus brazos. Un “Clic” en cada uno de ellos fue lo único que pude advertir antes de que los brazaletes cayeran al suelo. Con unos ligeros toques soltó de sus piernas sendas protecciones. Con otro fluido movimiento retiró de su pecho el peto hasta aquel momento anclado, retirando junto a la misma la parte superior del kimono. Su musculatura parecía potenciarse por segundos, su porte era cada vez más... irreal, casi divino.



Complacido me miró directamente a los ojos, o puede que a través de ellos. A medida que mantenía su mirada sus pupilas fueron cambiando de color, tiñéndose de una oscuridad absoluta. Unos pequeños puntos blanquecinos se manifestaban poco a poco. Mirar a sus ojos era igual que mirar una noche estrellada, perfecta, limpia... eterna.



Con un movimiento fluido, sosegado, sujetó la protección de la cabeza, aquella corona, retirándola suavemente. Con su mera presencia pude llegar a comprender aquello que tantas y tantas veces se me había tratado de enseñar acerca de la iluminación.



Alcanza un estado de inacción

Tal que sin hacer nada, nada queda sin hacer.



Su pelo cambiaba de color, alternando tonalidades grisáceas y blanquecinas sobre el negro azabache. En su pecho comenzaron a aparecer cinco tatuajes que recorrían todo su cuerpo. Cinco dragones elementales, en sus distintas tonalidades se entrecruzaban en una danza inmóvil, vibrando con cada respiración. Ante mi asombro salió del círculo con una increíble facilidad, rompiéndose las protecciones tras su primer paso.



La Shugenja nos dejó paso con cara de temor, tal vez por nosotros, tal vez por la presencia del exterior. La cara de mis compañeros fue indescriptible al vernos caminar por el pasillo en dirección a la puerta, con toda su grandeza al frente, sonriente como el niño que disfruta de las “gracias” de un pequeño cachorro. A la zaga me encontraba en un estado desconocido para mi, impresionado, sobrecogido... Llegando a la misma pude ver los brazos de varios campesinos, entre ellos algunos de niños pequeños asomando por unos agujeros hechos a base de hachazos agitándose hacia el interior. Él se limitó a separar el pequeño madero que hacía de tope en la puerta haciendo caso omiso a de las manos que trataban de sujetarle. Los dos samurais se prepararon colocándose a ambos lados tras de él esperando la inminente embestida.

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