##OFF6##



La vida de un samurai

Igual que las estaciones y las mareas, la vida humana sigue un ciclo. Negar este ciclo es ne­gar la pertenencia al orden y nuestro lugar en él. No sólo es un deshonor hacia los dioses, sino también hacia los propios ancestros que esperan algo mejor de un joven samurai.

NACIMIENTO Y JUVENTUD

Cuando nace un niño, lo hace dentro de la casta de su padre y su madre. La infancia en Rokugan es muy diferente a la de occidente. Los niños no se consideran adultos hasta que pasan su ceremonia de gempukku. Un niño no es un "adulto pequeño". Es un menor al que no se han enseñado aún las normas de los adultos, y por ello debe ser tratado con amabilidad y permisividad. Una vez cumple siete años, es enviado a una escuela en la que pasará varios años aprendiendo las costumbres de su casta y profesión.

MAYORÍA DE EDAD: LA CEREMONIA DE GEMPUKKU

Los jóvenes samurai son educados en escue­las en las que aprenden historia, esgrima, len­guaje, tácticas de batalla y filosofía. Lleva aproxi­madamente nueve años completar el entrena­miento, durante los que los estudiantes rara vez (si hay alguna) ven a sus padres. En algún pun­to entre los 13 y los 21 años (normalmente a los 16) el niño realiza el rito de iniciación llamado gempukku y es, por primera vez, considerado un adulto. Normalmente se espera que los ni­ños adopten un nuevo nombre (su nombre adul­to) con esta ocasión.

MATRIMONIO

Los matrimonios son concertados por los padres de los prometidos, y sólo ocasionalmen­te ambos sufren las agonías del romance. A menudo se utiliza un mediador para concertar el matrimonio, normalmente un miembro del Clan de la Grulla, que siempre está al corriente de los nacimientos de las familias reales de Rokugan. Los dos contrayentes suelen ser pre­sentados algún tiempo después de su ceremo­nia de gempukku.

El día del matrimonio la novia viste de blan­co, el color que simboliza la muerte, para mostrar que ahora ha muerto para su familia. Du­rante la ceremonia deja caer esta vestidura blanca para mostrar otra roja, simbolizando su renaci­miento. Tras la ceremonia hay pocas oportuni­dades para que florezca el romance. La novia es llevada aparte por la suegra para que apren­da todo lo que necesitará para ser una buena esposa, mientras el marido marcha en peregri­nación hacia algún lugar sagrado para "celebrar­lo". La celebración suele implicar que el samurai medite sobre esta nueva fase de su existencia, y sobre los cambios que necesitará hacer en su nueva forma de vida.

AMOR

Aunque el concepto del amor es a menudo trágico en la literatura occidental, también es edificante. No es así en Rokugan. El amor apa­sionado no tiene cabida en el corazón de un samurai; sólo hay lugar para una devoción com­pleta e incuestionable al propio daimyo. Cual­quier otra emoción entra en conflicto con la propia devoción, enturbiando la lealtad. El amor apasionado es a menudo mal visto en los círcu­los samurai; es una emoción para la "gente baja", Como los cortesanos y las geisha. Sólo en muy raras ocasiones una historia de amor acaba bien para un guerrero. Aunque esto sea lo normal y aceptado en Rokugan, los amantes que logran sobreponerse a las dificultades suelen ser vistos como heroicos y honorables. Los que no lo consiguen suelen terminar trágicamente, y a veces se les vilipendia.

Inkyo: LA LLEGADA DE LA VEJEZ

En Rokugan, un samurai es considerado un "hombre joven" hasta que alcanza su vigésimo cumpleaños. Entonces, hasta los cuarenta, será de "mediana edad".. En su cuarenta aniversario se considera adecuado que se afeiten la cabeza, cambien su nombre y se conviertan en monjes para prepararse para su próxima vida.

Se considera adecuado, pero eso no signifi­,ca que sea una verdad universal. El Daimyo del Clan del Cangrejo, Hida Kisada, tiene cin­cuenta años y ninguna intención de afeitarse la cabeza o de unirse a un monasterio. Del mismo modo, la "Grulla Gris" Kakita Toshimoko tampoco muestra signo alguno de querer pre­pararse para su próxima vida; le queda mucho por hacer en ésta.

Cuando el Emperador o un daimyo se retira, dejando a un joven samurai en su lugar, a me­nudo permanece en la corte como "consejero". Por supuesto, el resto de la corte sabe quién es la autoridad real, lo que convierte al joven sen­tado en el trono en un monarca de papel hasta que su predecesor fallece.

MUERTE Y SEPPUKU

El miedo a la muerte no es sólo impropio, sino también un deshonor. Dado que los rokuganeses creen en un mundo espiritual al que van las almas de los muertos para aguardar su renacimiento, esperan unirse a sus ancestros en el mundo espiritual tras su muerte. A los samurai se les enseña en los dojo una famosa cita: "He recibido en préstamo el nombre de mis ancestros. Debo devolvérselo inmaculado". Este valor sorprendente frente a la mortali­dad puede hacer muy corta la vida de los samurai. A menudo, cuando uno no cumple con su deber o su valor queda en entredicho, surge la necesidad de probar su valía: la prueba defi­nitiva de valor.

El seppuku ("abrirse el vientre") es esa prue­ba, el ritual de demostración del propio valor frente a la muerte. Antes de la ceremonia el samurai pasa el día en un templo (dedicado a una deidad familiar), escribiendo poemas y car­tas a sus seres queridos. Al final de este día, el samurai se arrodilla en una estera para proteger el suelo sagrado de su sangre, desenvaina su wakizashi y realiza tres profundos cortes en su torso. No debe gritar por el dolor, y a menudo un amigo íntimo o un familiar espera tras él, con su katana desenvainada, listo para realizar el "corte final" e impedir que su amigo se des­honre emitiendo algún sonido.

Los samurai no cometen seppuku para pro­teger su propio honor, sino el de su familia. Es, quizá, el aspecto peor comprendido de la cul­tura samurai, y todo director de juego debería poner un gran cuidado cuando lo introduzca en sus partidas.

0 comentarios: