Peregrinaje-(20 de ....)



La corte de invierno fué muy ajetreada. El comienzo para mi fué un retorno a las actividades habituales antes de mi partida, atendiendo el monasterio. Para mis compañeros aguantar un poco más la corte y... mucho más como luego se vería.



Uno de los acontecimientos a destacar por su trama posterior fué un nuevo intento de asesinato sobre mi. El hecho, según Sanetomo mucho más retorcido, comenzó cuando me dirigí hacia la corte a ver a mis amigos. Me encontré al dragón hablando con un Mantis cortesano en una pequeña plaza. Sentándome con ellos comencé a hablar con mi compañero y por alguna extraña razón el otro samurai se comenzó a ofender como un pequeño malcriado. Sin comprender la raíz de su enojo marché con Sanetomo a dar un paseo hacia la biblioteca. Las nevadas eran copiosas y el camino resaltaba la belleza del castillo.



Cuando nos encontrábamos a mitad del camino un fuerte dolor vino desde mi espalda. Un encapuchado me había lanzado un kama. Tocando la columna me lanzó contra la nieve sangrando. Por suerte para mi los kamis son favorables a los designios que me esperaban. Con ayuda de mis capacidades y los hechizos de curación de mi compañero pude levantarme casi en el acto, todavía herido pero dispuesto a perseguir al atacante. Pese a que nos dimos toda la prisa que pudimos perdimos en una de las murallas su rastro.



El kama que me había atacado era un kama de las tormentas, un arma única, forjada especialmente para un miembro del clan de la Mantis. Mas tarde, con la dama Doji Akiko, la organizadora de la corte y su mayor responsable comenzó el interrogatorio al Mantis que se había ofendido que reconoció el arma como una de las de su campeón. Dicho samurai no apareció hasta la mañana siguiente, ya sin vida. Uno de los samurais fénix se lo encontró y al tratar de detenerlo el campeón del Mantis perdió la vida. El juicio permitió hacer seppuku al Mantis como forma de preservar el honor de su familia y apaciguar los ánimos tan caldeados entre nuestros dos clanes. Pese a lo que Sanetomo continuaba con las sospechas de que algo más había, lo poco que me había comentado era que una conspiración se estaba tramando y que estábamos rodeados por tejemanejes constantes.



Pasaron unos días hasta que estuve bastante mejor, la única secuela que perduró fué un tic en el dedo anular de la mano izquierda del que había perdido total sensibilidad y casi control. Los shugenja de mi clan se quedaron impresionados con la capacidad de regeneración de los Henshin, y más si cabe, con mi “milagrosa” recuperación de la mancha. Desde el momento en el que me puse el nemurami esta se había reducido drásticamente hasta ser ahora un mero vestigio. Por esta circunstancia me preguntaron si podían estudiarme mientras me encontrara allí para tratar de encontrar la explicación a la remisión de aquella enfermedad, en busca de una cura.





Los días siguientes pasé de una prueba a otra, rodeado de símbolos y runas. El día había llegado. Me encontraba en un círculo de runas en una habitación completamente solo. De una de las puertas un hombre con varios pergaminos se acercó a mi, se presentó y me dijo de forma muy seca que le acompañara. Algo raro en su voz me advirtió que el hombre mentía, que ese no era su nombre auténtico o que sus intenciones no eran nada nobles. El sexto sentido del hombre que ha estado al borde de la muerte se puso en funcionamiento una vez más.





- Le agradecería que no me mintiera, ¿cual es su nombre?





Cualquier observador ajeno diría que el tono de mi voz altera a casi todos los seres que habitan en el imperio, en su gran mayoría volviéndolos más violentos y agresivos hacia mi. Antes de que me pudiera levantar el hombre me había lanzado una especie de zarcillos serpenteantes de fuego mientras gritaba frenéticamente como un loco que como traidor debía morir. Traté de atacar pero un muro de fuego me lo impidió al momento. Dos bolas de fuego me impactaron de lleno en el momento de volver a intentarlo por lo que comencé una frenética huida.





De una embestida abrí la puerta que daba al jardín mientras desde detrás mío el hombre lanzando aún varios hechizos. Como último recurso me tiré al estanque casi congelado. El shugenja tenía ganas de terminar conmigo pues el agua comenzó a ganar temperatura y lo que hasta hacía unos minutos había sido un estanque a medio congelar eran ahora unas aguas termales cada vez más calientes. Salí del agua malherido esperando el golpe de gracia, incapaz de defenderme más. Como última acción confié nuevamente en el poder que los Kamis me concedían y traté de aumentar mi resistencia esperando poder resistir el golpe hasta que la ayuda llegase.





Un grito ajeno mientras la mano del que iba a ser mi verdugo se lanzaba hacia mi con un color que no presagiaba nada bueno y... salió despedido contra una de las paredes cayendo al agua inmediatamente. Los kamis otorgaron nuevamente su bendición sobre mi y pude levantarme. En uno de los laterales del jardín un hombre había lanzado un sortilegio contra mi atacante. Cuando lo trató de hacer conmigo no consiguió moverme, la fuerza de la montaña estaba en mi. Antes de que volviera a atacarme congeló el agua haciendo llamar a su señora.



Poco conocía en aquel momento de ella, más tarde me enteraría que era la maestra del fuego Isawa Ochiai. Liberando a mi atacante le llamó por otro nombre y dio orden de que no me atacase. A duras penas ambos la seguimos dispuestos a aclarar aquello hasta que de nuevo el hombre me lanzó una bola a la cara. Lejos de poder esquivarla con las heridas que padecía esperé de nuevo mi fin. La providencia estaba conmigo o tal vez mi voluntad de vivir era lo suficientemente fuerte como para alterar hasta....

La bola fué devuelta al agresor que calló al suelo y fué arrestado esta vez sujeto por dos hombres. A mi me llevaron al templo donde fuí atendido por mis compañeros monásticos de mis heridas y quemaduras.



Aquel día, por la noche durante la cena se produjo un baño de sangre como me enteraría días después. Una nueva Gozoku, una conspiración para poner fin al poder del emperador, había tenido lugar y una de las implicadas había sido Doji Akiko, que resistiéndose a ser arrestada había lanzado a sus hombres contra el representante del Shogun y los demás presentes. Mis compañeros habían resultado muy heridos y se encontraban bajo cuidados constantes de los médicos y shugenjas.





Mi recuperación fué mucho más rápida haciendo que pronto estuviera junto a Jubei y Sanetomo. Ambos estaban en coma, con gravísimas heridas tratadas por los mejores shugenjas del clan fénix. Tras un mes de esperar junto a ellos y viendo que la cosa iba para largo decidí no demorar más un asunto pendiente con mi maestro, la visita al lugar que le creó como fué en un primer momento.



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