Los meses siguientes no tuvieron especial relevancia, el camino hacia la ciudad imperial fué tranquilo, pensando, reflexionando, interiorizando todo aquel proceso vivido, tratando de que todo aquel poder latente no se descontrolara. Los atisbos de conciencia trae consigo grandes ventajas pero también traen grandes cargas.
En una de mis múltiples visitas a un templo advertí que una mujer de mediana edad estaba a punto de caer por las escaleras, en el último segundo llegué para amortiguar su caída. Tras ponerse en pié la mujer me miró con una expresión de sorpresa en la cara saliendo a la carrera. Para su edad la velocidad que desplegaba era envidiable. En el suelo dejó algo a su marcha, un pequeño palillo nacarado. Cuando me acerqué a la puerta para devolvérselo no quedaba rastro de ella. Al girarme para continuar con mis asuntos vi a un pequeño dejando algo en el lugar exacto en el que la mujer había dejado el palillo y tras posarlo en el suelo salir corriendo.
Recogí lo que había dejado en el suelo, un abanico desgastado. Sus pequeñas piernas no le pudieron llevar lo suficientemente lejos como para que no le atrapara enseguida. Acostumbrado a las conversaciones con bandidos, ronins y samurais agresivos puede que mi sutileza quedara en entre dicho con aquel muchacho. El joven me contó que la última voluntad de su padre había sido que 40 años exactos después de recibir aquel peine se depositase en aquel templo a aquella misma hora, por eso había emprendido un viaje tan peligroso con el invierno al lado, el fallecimiento de su padre le había dejado a él con la carga de cumplir esa voluntad.
Dejando al pequeño libre volví a mis quehaceres diarios. A media tarde me reuní como era costumbre con el dragón. Las preocupaciones le estaban volviendo un hombre muy paranoico, demasiado después de los incidentes de la corte pasada y tras escuchar mi historia de lo sucedido en el templo quiso investigar.
No encontramos nada aunque el viaje no fué en vano, en aquellos momentos algo venía a mi mente, recuerdos acerca de mi madre y de las últimas informaciones que mi padre me había dado. Mi madre, una Henshin Asako había dejado por él el camino pero tras darme a luz mi nacimiento le hizo alcanzar la iluminación, un incidente que no mencionaré tuvo lugar pocos años después y un hombre, un joven magistrado puso fin a la vida de mi madre en aquel momento, su nombre ... Kitsuki Masao. Ese hombre estaba relacionado también con la hermana o hermanastra de Jubei ... no era de extrañar que nos hubiésemos conocido hacía tanto tiempo... karma.
El mismo sentimiento de hacía unos días, meses o tal vez años me embargaba, mis tierras me llamaban de nuevo, pude que por última vez “ellas” me reclamasen en vez de responder a mi voz pero antes debía ayudar a mis amigos. Mi única información acerca de aquel asunto era que un Otomo, el protegido del hermano de Jubei hacía negocios sucios en la ciudad y tenía consigo a un magistrado imperial, un magistrado importante, el señor Masao que atado había solicitado en secreto su colaboración para poder librarse y a la par al imperio de aquel lastre. A través de ellos me llegó otra noticia, a parte de toda esa información les comunicó que mi madre no estaba muerta, que seguía viva y que se encontraba en la ciudad. Hacía mucho tiempo desapareció tras colaborar con ellos en la muerte de una persona importante, la misma persona que trataban de matar cuando el padre de Jubei se entrometió.
No encontramos nada aunque el viaje no fué en vano, en aquellos momentos algo venía a mi mente, recuerdos acerca de mi madre y de las últimas informaciones que mi padre me había dado. Mi madre, una Henshin Asako había dejado por él el camino pero tras darme a luz mi nacimiento le hizo alcanzar la iluminación, un incidente que no mencionaré tuvo lugar pocos años después y un hombre, un joven magistrado puso fin a la vida de mi madre en aquel momento, su nombre ... Kitsuki Masao. Ese hombre estaba relacionado también con la hermana o hermanastra de Jubei ... no era de extrañar que nos hubiésemos conocido hacía tanto tiempo... karma.
No encontramos nada aunque el viaje no fué en vano, en aquellos momentos algo venía a mi mente, recuerdos acerca de mi madre y de las últimas informaciones que mi padre me había dado. Mi madre, una Henshin Asako había dejado por él el camino pero tras darme a luz mi nacimiento le hizo alcanzar la iluminación, un incidente que no mencionaré tuvo lugar pocos años después y un hombre, un joven magistrado puso fin a la vida de mi madre en aquel momento, su nombre ... Kitsuki Masao. Ese hombre estaba relacionado también con la hermana o hermanastra de Jubei ... no era de extrañar que nos hubiésemos conocido hacía tanto tiempo... karma.
No encontramos nada aunque el viaje no fué en vano, en aquellos momentos algo venía a mi mente, recuerdos acerca de mi madre y de las últimas informaciones que mi padre me había dado. Mi madre, una Henshin Asako había dejado por él el camino pero tras darme a luz mi nacimiento le hizo alcanzar la iluminación, un incidente que no mencionaré tuvo lugar pocos años después y un hombre, un joven magistrado puso fin a la vida de mi madre en aquel momento, su nombre ... Kitsuki Masao. Ese hombre estaba relacionado también con la hermana o hermanastra de Jubei ... no era de extrañar que nos hubiésemos conocido hacía tanto tiempo... karma.
Antes del ataque que sería aquella noche di una vuelta por la ciudad, tenía muchas cosas que mover para que me encontrara. Horas antes, cuando ya estaba preparado me senté a su lado junto a un pequeño reguero. Allí estaba, mi madre mirándome a los ojos. Nuestra charla me dejó en claro bastantes cosas, su camino fué marcado hace mucho tiempo, por un plan que todavía estaba en marcha. El niño que hacía mucho mi maestro me comentó había quedado bajo su cuidado... no era un varón, era una chica, y ahora la tenía delante. Su fanatismo la había perdido bastante, todos tenemos que seguir nuestro camino, un abrazo y una despedida, una nueva despedida.
Antes de la batalla Jubei apareció en el bosque junto a un cadáver oficial (en realidad eran dos), el oficial el del magistrado Mirumoto Masao, que como nos contaría el grulla había tratado de asesinarle, el no oficial una avispa de figura humanoide de dos metros de altura, en su cara todavía quedaba algún rastro de rostro humano, el Suruchi que hace tiempo nos encontramos, Pichazote Mible. Eramos una amenaza para intereses corruptos de gran poder y eso se notaba.
La incursión en la casa del Otomo casi nos cuesta la vida, con él como rehén salimos hasta la puerta siendo apuntados por armas Gaiyin.. rifles, el negocio que pretendía el hombre traer al imperio.
En la salida el campeón de Jade esperaba para completar el trabajo tras el cual dejé a mis compañeros y me dirigí a mis tierras.
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