Peregrinaje-(3 de ....)



Siguiendo el rastro que nos guiaba de una a otra aldea nos encontramos con una comitiva cangrejo que se encontraban en misión “diplomática” a la par que en la búsqueda de Jade, tan necesario para su labor. Invitados a comer con ellos disfrutamos del atardecer y de una deliciosa cena al aire libre, sentados en las mesas de la posada que habían sido acomodadas en el exterior para dar cabida a todos los samurais.



Mientras avanzaba la cena me pareció entrever que el capitán miraba con los ojos de un hombre enamorado a la camarera, la hija del dueño. Charlábamos amistosamente hasta el momento en que una gota golpeó en la frente del cangrejo. El cielo que hasta el momento había estado completamente despejado comenzó a cubrirse a velocidad sobrenatural con unas oscuras nubes, tapizando todo el cielo hasta el horizonte. Unas gotas tímidas siguieron a la primera cayendo muy lentamente. Al observar la escena comprobamos que lo que llovía era sangre.



Emprendimos carrera hacia el techado de la posada con la intención de resguardarnos. Mis dos compañeros llegaron con rapidez mientras a su alrededor la lluvia crecía en fuerza y se estaba convirtiendo en una tromba de rojas tonalidades. En lo que a mi se refiere ....

Los efectos de tan extraño suceso no se hicieron esperar. En frente mío dos escenas casi entrecruzadas cortaron mi avance hacia el lugar donde mis compañeros esperaban.



En la primera el capitán con el que hasta hacía unos minutos habíamos estado charlando avanzaba hacia la camarera que huía asustada y a la vez divertida. Su rostro le mostraba como un hombre fuera de si, casi desesperado. Vociferaba a los cuatro vientos el amor que sentía por la joven, ofreciéndole todo cuanto poseía, anteponiéndola a su clan, a su honor, incluso al imperio mismo.



A sus espaldas se desarrollaba la segunda escena, el yojimbo del capitán arremetía de forma violenta y descontrolada contra todo aquel que tenía en sus proximidades llevado por una furia irracional, tratando de llegar a su señor con intenciones no muy nobles. Al encontrarme frente a él completamente cubierto de sangre algo en mi se encendió. Una parte primitiva, irracional y reactiva tomó el control de mi ser encarándome al yojimbo para lanzarme contra él.



Los golpes se sucedieron con rabia y odio por ambas partes mientras que a nuestro alrededor la violencia crecía exponencialmente. A medida que el combate iba desgastando mis energías fuí recobrando poco a poco el control de mi mismo. Los campesinos habían fijado su atención en nosotros y varios de ellos habían dejado sus peleas para tratar de rodearnos. Aprovechando aquella situación me alejé de mi contrincante lanzando a uno de los campesinos hacia él provocando una reacción en el resto que se lanzaron a la caza del cangrejo.



Llegué exhausto al techado que se encontraba vacío. La puerta de la taberna estaba abierta y protegida por Jubei y Din que habían controlado las embestidas de todos los que fuera de si habían tratado de entrar en la sala. En el interior inconsciente en el suelo estaba el dragón.



La tormenta fué remitiendo varias horas después de haber comenzado y la lluvia comenzó a caer más finamente hasta detenerse por completo dejando el cielo nuevamente despejado, como si nada hubiera sucedido. La visión del pueblo era dantesca, cuerpos mutilados, caras de horror en los cadáveres y en los pocos supervivientes que habían sufrido los efectos, algunos campesinos aún fuera de control... y algo que a todos nos sorprendió mucho, toda aquella sangre que había caído había desaparecido, como tragada por la tierra, la única que permanecía era la de los gladiadores improvisados.

Una extraña sensación me acompañó desde aquel momento, la sensación de no encontrarme limpio. Pese a bañarme y limpiarme a conciencia la impresión de continuar sucio seguía conmigo.



El día siguiente ayudamos a restaurar el orden en el poblado, tras lo que proseguimos camino aún impresionados por lo vivido. Muchas fueron las anécdotas funestas acerca de lo que nos encontramos los días siguientes pero solo haré referencia a una por lo que representa para el estudio y la visión.



Era un pequeño templo al borde del camino principal, en la entrada un pequeño charco de sangre seca. Antes de llamar a la puerta un monje de harapientos hábitos salió a nuestro encuentro. Su comportamiento era muy extraño, nervioso, agitado, igual que un animal que recibe la presencia de un depredador en su madriguera. Sus palabras no eran sinceras, aquello saltaba a la vista. Un ruido interior nos alertó de que no se encontraba solo. Tras una pequeña insistencia nos “invitó” a entrar.

La escena que nos recibió será muy difícil de olvidar para mi. En el centro de la estancia otro de los monjes se encontraba colgado por varias sogas de una improvisada cruz. En su torso la ropa había sido rasgada y dejaba a la vista unas tremendas heridas de muy mal aspecto. A los pies del hombre una niña tanteaba el suelo nerviosa, con unos movimientos extrañamente inconexos. Cuando su cara se giró hacia mi pude comprobar el motivo de aquello. La pequeña tenía los ojos y la boca cosidos. El monje que nos había abierto trató de justificar aquello alegando que había atado a su compañero por su seguridad ya que la lluvia le había trastornado.



Al tratar de acercarme a la niña el hombre perdió por completo el control y se lanzó en el que para él fue el último ataque. Con sumo cuidado soltamos los puntos que cerraban los ojos y la boca de la niña curando sus heridas lo mejor posible. Entre sollozos y con muchísimo miedo la pequeña nos contó toda la historia.



Se encontraba en la capilla junto con su tío, el hombre que nos había atacado, el día de la lluvia y su compañero. Como al resto la tromba de agua les había sorprendido y había provocado en ellos un comportamiento desquiciado. El compañero de su tío había sacado el cuchillo que habitualmente usaba para recolectar hierbas en el bosque y rasgándose la ropa había comenzado a cortarse arrancando incluso cachos de carne. Su tío también fuera de si le había reducido atándole, no con la intención de protegerle si no con la intención de continuar con la labor. Con el mismo cuchillo continuo con la tarea del primero arrancándole cachos y comiéndoselos.



La niña horrorizada había tratado de esconderse, lo que solo sirvió para llamar la atención del primero que avanzó hacia ella con un cacho del torso del hombre y ofreciéndoselo .. Ante la negativa de la niña tras haberla obligado a comer la “castigó” cosiéndola los ojos y la boca.



- No eres digna de comer y tampoco lo eres de ver las maravillas del mundo.



Recogiendo a la pequeña nos fuimos de allí. Pueblos más allá la dejamos al cuidado del monasterio local tras asegurarnos que sería bien atendida. Sin saber a ciencia cierta el alcance de la lluvia los primeros rumores llegaban afirmando que la zona había sido amplia.



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