El dragón presentaba heridas en su torso y pronto pudo volver a moverse.
Rápidamente nos comentó su combate con las figuras sombrías en la habitación que había tratado de incendiar. De la figura no quedó rastro tras tocar el papel, donde pudo encaminarse no podría decirlo. En cuanto a las habitaciones de aquel misterioso pasillo habían cogido un calor terrible manteniendo unas vivas llamas pero sin el menor gesto de consumirse, como si las llamas se posasen sobre su superficie sin alterarlas.
El extraño fuego era cada vez más intenso sin consumir lo más mínimo la estructura de las salas rodeadas por él. Algo todavía más extraño había allí pues todos los líquidos que llevábamos con nosotros se evaporaron dentro de sus recipientes.
La puerta de madera del final del pasillo se encontraba abierta y esta vez nadie trató de impedirnos el paso. En frente nuestro se abría un descansillo, a la derecha una nueva puerta maciza y a la izquierda una escalera que conducía a las plantas superior y al sótano.
Esta segunda puerta se encontraba cerrada, nada que no pudiera ser solucionado. Varios impactos aguantó hasta comenzar a resquebrajarse poco a poco en el punto golpeado terminando por ceder parte de ella, un pequeño agujero que dejó que la abriéramos desde dentro.
Nuevamente una pequeña habitación nos recibía con varias puertas de papel a ambos lados. La sutileza nunca fué uno de mis fuertes y tras tratar de abrir una de ellas atravesándola comencé a comprender la utilidad de la misma. Sol una de las que allí había era auténtica, el resto fruto de algún hechizo, el dolor que sentía en la pierna atestiguaba que detrás había roca sólida.
Tras la auténtica puerta se encontraba una sala de considerables dimensiones con una estatua de un samurai de mi clan al fondo, tapando la entrada de un marco sin puerta. Nos acercamos hacia allí y cuando tratamos de pasar la estatua comenzó a moverse desplegando sus 6 brazos. Sin mover la boca la estatua habló con nosotros.
– Soy el protector de este lugar, el guardián de los pergaminos, nadie puede pasar.
Acto seguido adoptó postura de defensa y nos encaró. La lluvia y el estar rodeados de Maho Tsukai no ayudó a darle interpretación a las palabras del Fénix. Por nuestras cabezas pasaron desde la custodia de pergaminos de hechizos de algún shugenja hasta la custodia de uno de los temidos pergaminos negros de Fu Leng, de cualquier forma no podíamos dejarlos allí.
Nuestros ataques no surtieron efecto alguno en el bloqueándolos con aparente facilidad. El combate continuaba y el cansancio ya empezaba a hacer mella cuando el samurai respondió a un ataque avanzando de su posición. Aprovechando el momento me lancé detrás de él pasando por el portal.
En la pared en el lado izquierdo había un pequeño hueco en la piedra, lo suficientemente ancho como para que entrara una única persona. En el suelo había dibujados símbolos en la roca con inscripciones que emanaban un poder para mi bastante intangible. Me apresuré a tocar la pared pero no encontré restos de ningún pergamino o indicación. El Fénix se había dado cuenta de mi presencia y ahora avanzaba hacia atrás tapándome la salida y con intenciones de aplastarme como a un insecto.
En determinados momentos todos tenemos una fuerza en nuestro interior, algo que nos guía y nos ayuda a actuar. Aquel fue el primer momento en el que fuí consciente de ello, pese a haberlo hecho durante toda la vida. Me senté en el portal esperando la llegada de la mole de piedra mientras me abandoné en meditación. No puedo calcular el tiempo que pasé allí pero si puedo decir que contacté con algo que me preguntaba, me instaba a comunicarle lo que deseaba.
“Deseo irme de aquí junto con los pergaminos.”
Mi cuerpo se volatilizó y acto seguido aparecí a varios metros del suelo en una explanada. El aterrizaje en el estado en el que me encontraba fue bastante doloroso, resintiéndose las heridas sufridas. Delante mío se encontraban Din y el unicornio luchando contra los muertos vivientes, visibles los pergaminos del shugenja.
Todo lo veloz que pude volví hacia la estancia en la que mis compañero se encontraban y nuevas sorpresas me esperaban allí.
La primera de ellas la estatua había sido doblegada por la hoja de Jubei y una de sus piernas estaba tendida en el lateral, algo resquebrajada por el impacto.
La segunda era que un nuevo samurai había hecho aparición en el momento de mi marcha. Con un arco Suruchi a la espalda y unas pintas un tanto... peculiares había sido trasportado hasta allí por... puede que la misma fuerza que lo hizo conmigo. El hombre había sido compañero de Jubei largo tiempo atrás haciéndose llamar por su apodo, Pichazote Mible.
Expliqué a mis amigos el suceso y el efecto del portal. Me dispuse a intentar nuevamente contactar pero el grulla se me adelantó. Su pregunta alteró de forma más que significativa las fuerzas que convergían en aquellos símbolos elevándole en el aire entrando en un trance similar al de un Shugenja. Permaneció así unos minutos hasta que volvió nuevamente al suelo.
Su pregunta había sido acerca de nuestros enemigos, quienes eran y sus objetivos. Había visto en algún lugar un círculo formado por varios Maho Tsukai haciendo un ritual, corrompiendo la zona. También había escuchado una conversación entre otro y su señor a través de un orbe, su la manifestación en sangre informando de que el portal estaba corrupto y que pronto esperaban tener control sobre el.
Concluida la explicación con ayuda de mi bastón el grulla resquebrajó las piedras con varios golpes dejando así inservible la puerta de entrada hacia...
Mientras el grulla se marchó a la puerta me dirigí con el Dragón al piso superior dejando al atónito Suruchi en la sala del portal, negándose a colaborar con nosotros, al menos de momento. Empezamos la exploración por la planta superior subiendo con mucho cuidado las escaleras. Al final de las mismas otra extraña puerta de madera, esta vez entre abierta. Avanzando hasta ella echamos un vistazo dentro.
Al fondo, bajo unos tapices con extrañas runas se encontraba un hombre de oscuras vestimentas arrodillado hablando con una figura a través de lo que parecía un orbe de sangre que se encontraba levitando a la altura de su cara. A medida que el hombre hablaba el mismo iba moviéndose en el aire adoptando por momentos la forma de una gota invertida, retorciéndose hacia dentro a cada giro para volver a tomar la misma apariencia que segundos antes.
El hombre finalizó su conversación y sin girarse comenzó a hablarnos. Al parecer ya estaba más que advertido de nuestra presencia y nos esperaba. Con su porte altanero se dirigió hasta el centro de la sala encarándonos.
- No os atacaré ahora, no sois una amenaza y puede que en poco tiempo estemos en el mismo bando.
Tras esta frase desapareció como tragado por el suelo. Mi ímpetu hizo que una vez más no pudiera pararme en el sitio y me lancé hacia en plena carrera hacia el orbe. Poco sabía en aquel momento sobre lo que tenía delante. La gota giraba y parecía mirarme desde su posición mientras que un brillante cuenco permanecía vacío bajo ella. En un otro alarde de lo que para muchos ignorantes es estupidez lancé mi bastón contra el balde atravesando la sangre flotante esparciéndola por el suelo, amén de por todo mi cuerpo.
Esto atrajo de nuevo a nuestro “anfitrión” que con cara de pocos amigos me miraba. Pese a las palabras que nos dirigió hacía menos de un minuto sacó de su túnica 3 pequeñas máscaras de porcelana tirándolas al suelo. Las máscaras se elevaron aumentando de tamaño hasta formarse de ellas el cuerpo de 3 robustos samurais que nos miraban con fantasmales ojos. Las heridas sufridas me llevaron enseguida al suelo impregnándome aún más de la sangre que había derramado. Igual suerte corrió mi compañero que pronto estuvo tirado en el suelo. Tras dar por terminado su tarea los samurais se reunieron con el hombre en el centro de la sala y tras mofarse se fueron nuevamente.
Toda la sangre que me rodeaba comenzó a reptar como si de un solo ser se tratase, escurriéndose de mi cuerpo y filtrándose por las minúsculas ranuras de las tablas del suelo. Traté de sujetar una parte pero se escurrió entre mis dedos y continuo su camino. En este punto y gracias a mis capacidades de Henshin conseguí ponerme en pié y acercarme a Hirokumi sanando parte de sus heridas y ayudándole a emprender la bajada. Por supuesto aquel estado no duró mucho y a mitad de la bajada ambos necesitamos de la ayuda del otro para poder descender de forma segura.
Nuestros quebraderos de cabeza no hicieron más que empeorar cuando volvimos a la sala del portal para pedir ayuda al mantis. El samurai estaba allí, al menos de cuerpo. Se encontraba tirado en el suelo al lado del portal con una caja a su diestra y lo que parecían hongos de pequeño tamaño y vivos colores, alguno de ellos situado también en su cuello a medio mordisquear. Su abdomen estaba muy hinchado y sus ojos tenían una mirada perdida en el techo mientras trataba de hablar con inconexas palabras apenas ininteligibles.
Tratamos de auxiliarle en la medida de nuestros conocimientos médicos y tras acomodarle lo mejor que pudimos empezamos a bajar hacia la planta de abajo. A mitad de la escalera escuchamos unos cánticos profundos y repetitivos. El dragón se adelantó un poco y pudo vislumbrar un círculo pintado en el suelo con sangre y sobre él 5 Maho Tsukai en trance. A su vuelta me lo comunicó y utilizando de nuevo el poder cedido por los Kamis salí a buscar la ayuda del Shugenja. Con él el exterminio de los brujos fué tarea fácil, dando a su vez descanso a todos los habitantes del pueblo que de forma antinatural habían levantado sus pies sobre la tierra una vez más.
Una última cosa me gustaría destacar de toda esta situación, tras erradicar a los Maho subimos al auxilio del Mantis y para sorpresa de todos se encontraba en pie y en una aparente salud perfecta, ignorando de lo que le había pasado. Alegando asuntos con su clan abandono con mucha velocidad la zona, apartando su camino del nuestro.
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