Misión





Un hermoso amanecer primaveral auguraba una gran mañana, y como no podía ser de otra forma los augurios no defraudaron. El tiempo rodeaba lentamente mi cuerpo a la sombra de uno de los grandes árboles, mientras disfrutaba de su frescura contemplando el pequeño lago del monasterio. Frente a mi, a una considerable distancia, se alzaba la tímida silueta del gran castillo de mi orden, fluyendo con paciencia a través la vespertina niebla.

La vida no presentaba ninguna complicación, los días habían transcurrido con presteza desde mis más tiernos años dedicado a las labores monásticas, meditación silente, guía espiritual... Pese a esta aparente tranquilidad algo en mi interior se agitaba, las inquietudes me abordaban cada vez con mayor frecuencia, el camino tenía que ser algo más que aquello.



El pasado invierno había decidido emprender el peregrinaje por las tierras del imperio. Los que habían sido hasta aquel momento mis maestros no parecieron presentar ninguna traba a mis deseos, calmándolos momentáneamente con una de las frases más acertadas que he escuchado en esta vida terrena.



- El momento está cerca, cuando estés listo te llegará la llamada y podrás partir, mientras disfruta de cada momento pues puede ser el primero, o quizá el último.



Aquella respuesta no se hizo esperar, la rueda gira sin cesar para traer a cada uno de sus seguidores la cosecha de sus actos, fluyendo siempre. Una notificación del clan al monasterio llegó aquella mañana.

Un grupo de magistrados custodiaban a uno de los más infames asesinos de toda la historia del imperio, un antiguo monje de la orden. El grupo avanzaba a través de tierras Grulla hacia el castillo Isawa, el clan había tenido a bien enviar a uno de los monjes para acompañarles, y guiarles a través de las tierras del clan. El clan estimaba la colaboración de uno de sus miembros en esta tarea, por supuesto aquel era yo.



El nombre del personaje en cuestión ya es desconocido para los registros, su presencia fue borrada de la memoria de Rokugan como pago por sus horrendas fechorías. Para aquellos que de verdad quieran avanzar escribiré su nombre aquí, solo con una única advertencia, aquel que ose leerlo estará ligado a un destino que aún no puede ser revelado, irá en contra del juicio del Lobo y por ende en estos tiempos ir en contra de Isawa Sezaru significa ir contra el imperio. Solo aquellos de valor continuarán mi viaje, en estas páginas; El nombre de aquel infame hombre era Asako Kenji, “La 6ª puerta”.



Ese mismo nombre trae ahora recuerdos que no tienen nada que ver con los que suscitaron la primera vez que lo escuché, asociando nuestros caminos. En aquel momento lo que vino a mi cabeza fueron extraños y antiguos rumores. Uno de los antiguos seguidores de la vieja senda uno de los que pretendían alzarse como.... Aquello tenía que ser un “cuento”, una metáfora para intimidar a los jóvenes más inquietos y rebeldes de los monasterios, encauzándoles por el auténtico camino. El grupo avanzaba por los caminos imperiales. Con un mensaje fueron advertidos de mi presencia y de que saldría a su encuentro. Este se produjo en un pequeño pueblo muy cerca de la frontera Fénix. La comitiva estaba compuesta por un grupo de 7 Samurais. Entre ellos cabe destacar a 4 por su posterior relevancia, el Magistrado Esmeralda Kitsuki Masao, la Magistrada de Jade Yogo Amai y los guardianes imperiales Daidoji Jubei y Mirumoto Hirokumi.



En el momento de mi llegada me crucé varios campesinos encabezados por comendador de la zona. El pequeño grupo informaba acaloradamente a un Magistrado imperial de los incidentes los días anteriores a su llegada.

Toda aquella zona había sido sacudida por tremendos crímenes, misteriosos y oscuros. Los rumores de boca en boca hacían temerosas alusiones a los espíritus del bosque, a una presencia que había provocado su furia dirigiéndola hacia el poblado. El miedo se iba apoderando poco a poco de todos los habitantes, que impotentes trasladaban sus esperanzas al Magistrado a través de su comendador, Ikoma Kodei.

La decisión del Magistrado no se hizo esperar, el grupo permanecería allí para tratar de aclarar la situación un par de días, ya que su misión “principal” no podía demorarse demasiado, si llegado el término del plazo lo considerara oportuno, la estancia podría incrementarse por la seguridad de los ciudadanos de aquella villa. Finalizada la conversación con los lugareños su atención recayó esta vez en mi, comenzando las presentaciones y demás formalidades.



Aquel fue un día único por muchos motivos, el primero de ellos, ya había sido formalmente presentado a todo el grupo, todos menos 2 de sus integrantes. Uno de ellos era la señorita Yogo Amai a la que más tarde vería en perspectivas enfrentadas, el otro era Él.

Se encontraba sentado al cobijo de uno de los muros del patio, en posición de loto. Un hombre que rondaba la treintena, larga melena azabache recogida en una fina coleta, de gesto apacible. En ese primer contacto, su mirada profunda perdida en algún punto del infinito escudriñaba algo tal vez inexistente mientras su cabeza la obligaba a orientarse hacia mi. Unos extraños adornos completaban su figura. Unas piezas de exquisito talle cubrían su cuerpo. Unos brazaletes, una especie de corona, y vislumbrándose bajo su kimono abierto, un gran peto. Todos ellos labrados en oro, repletos de caracteres rúnicos rodeando a los 5 símbolos elementales. A primera vista parecían símbolos mágicos, más no he conseguido averiguar su significado. Las vibraciones que emitían las piezas en consonancia con las de su portador eran casi hipnóticas, el misticismo rodeaba a aquél personaje, la calma que emanaba hacía de su presencia una compañía muy agradable.





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